lunes, 2 de mayo de 2011

Bin Laden y EEUU: Cría Cuervos…

De seguro, el cuerpo de Osama Bin Laden aún no termina de enfriarse, luego de que tropas norteamericanas lo ultimaran en las cercanías de Islamabad, capital de Pakistán. En las calles de Estados Unidos -y quizás con justa razón- millones de ciudadanos celebran la muerte del líder de la organización terrorista Al Qaeda, al mismo tiempo que en los países que se mostraron como férreos aliados del "Tío Sam" en su "lucha contra el terrorismo", comienzan a tomar resguardos ante posibles represalias de la articulación que él encabezaba.

Sin embargo esto, y ante el júbilo que vive Occidente tras la desaparición del magnate Saudí, se hace más que necesario esclarecer que todo lo que vivió -y también sufrió- el pueblo estadounidense -además de sus aliados- con los ataques, atentados y amenazas de parte del propio Bin Laden y de Al Qaeda, fueron producto de las propias estrategias y directrices que EEUU, a través de sus gobernantes y su eterno afán expansionista, imprimieron -e imprimen- en el mundo y, sobre todo, en Medio Oriente.

Para puntualizar aquello, es necesario retrotraerse en el tiempo alrededor de 30 años, cuando, y en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos apoyó a los fundamentalistas islámicos que se alzaron contra la República Democrática de Afganistán, novel administración que, apartándose de las pautas sempiternas de los gobiernos fanáticos islámicos, e intentando imponer una regencia de corte más social, alfabetizando al pueblo, implementando una radical reforma agraria, separando la iglesia del estado, además de promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pues la veían como una amenaza de la Unión Soviética dentro de la región.

De esta forma, y con motivo de organizar las operaciones conjuntas entre los rebeldes afganos, EEUU, Pakistán, Arabia Saudita e Irán, Turki Al Faycal, director del servicio secreto de Saudí, reclutó, entre otros mercenarios, a Osama Bin Laden, quien tendría como misión el gestionar financieramente las operaciones de los "aliados" en la naciente Guerra Civil de Afganistán, conflicto que enfrentaba a las tropas antes mencionadas con las fuerzas oficialistas, que contaban con el apoyo de la URSS.

La CIA invirtió 2.000 millones de dólares para lograr el fracaso de la Unión Soviética en su aventura en Afganistán y recurrió al reclutamiento de cientos de fundamentalistas islámicos para combatir en Kabul. El servicio secreto norteamericano armó y aleccionó en la Yihad, o Guerra Santa, para combatir al gobierno afgano y a sus aliados venidos desde Moscú. Es aquí, entonces, donde la figura de Bin Laden comienza a cobrar relevancia, pues a través de su misión relacionada con financiar las acciones rebeldes, gestionó los costes de la insurrección a través de un fichero informático que bautizó como al Qaeda, término traducido como "La Base", y que posteriormente se transformaría en una de las palabras que mayor alarma causará en Occidente.

Así, Bin Laden establece sus primeros campamentos en Afganistán, continúa con su movimiento monetario a través de sociedades fantasmas y paraísos fiscales, todo con el objetivo de financiar la rebelión fundamentalista. Del mismo modo, se dedica a preparar explosivos, utilizar códigos cifrados para comunicarse y ocultarse en los agrestes terrenos afganos, dando certeros ataques a las fuerzas oficialistas y ocultándose en las montañas.

Una vez que la sublevación fundamentalista, apoyada fervientemente por EEUU y sus aliados en Medio Oriente, vencieron al enlace afgano-soviético, las turbulencias parecieron apaciguarse en lo que antiguamente fue el Imperio Kushān, sin embargo, a los pocos años, el régimen Talibán se hacía con la administración del país. Asimismo, y en Arabia Saudita, ante la perfecta tarea llevada a cabo en la Guerra de Afganistán, Osama Bin Laden era recibido como un héroe, sin embargo, y al darse cuenta de las reales intenciones de Estados Unidos en Oriente Próximo, y sobre todo en su país, el germen anti norteamericano comenzó a florecer en el otrora férreo aliado estadounidense.

Cuando finalizó la Guerra Civil de Afganistán, la conformación y afianzamiento de la red que había organizado Bin Laden, con el financiamiento y beneplácito de la CIA -se calcula que se entregaron más de tres mil millones de dólares a la resistencia afgana y por ende al propio Bin Laden-, estaba ad-portas de iniciar su "presentación en sociedad" con todo el reguero de sangre y fuego que ello significaba.

Pocos años después, y vuelto en gloria y majestad a Riad, Arabia Saudita, Bin Laden se granjeó la antipatía del monarca a cargo de su país, el rey Fahd bin Abdelaziz, por criticar el apoyo saudita a EEUU en la Guerra del Golfo. En 1991, parte al exilio a Sudán y tres años después se le retira la nacionalidad Saudí por sus constantes críticas a las políticas pro-norteamericanas por parte de la república árabe.

Tras aquello, la animadversión hacia Occidente se fue enquistando en Bin Laden, dando pié a diversos y sangrientos atentados. De esta forma, se presume que la organización financió y organizó diversos ataques con coche-bombas en contra de objetivos estadounidenses en Arabia Saudita. Asimismo, se le achaca el asesinato de más de 90 turistas en Egipto en 1997, además de los atentados simultáneos en las embajadas norteamericanas en Nairobi, Kenia, y en Dar es Salaam, Tanzania, un año después, y que costaron la vida de más de doscientas personas. Finalmente, en octubre del año 2000, un ataque suicida contra el buque de guerra estadounidense USS Cole, mató a 17 marines, frente a las costas de Yemen.

No obstante todo lo anterior, el corolario de la venganza de Bin Laden contra Estados Unidos vendría un año después, más específicamente el 11 de septiembre de 2001, cuando, y según fuentes del FBI y la CIA, alrededor de 19 integrantes de Al Qaeda, dirigidos por el egipcio Mohammed Atta, y bajo el patrocinio del propio terrorista saudita, llevaron a cabo sendos atentados contra distintos objetivos a lo largo de EEUU.

Aquella jornada, los miembros de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones de distintas compañías aéreas norteamericanas y dirigieron sus rumbos a diferentes objetivos, tales como el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono. Así, dos de las aeronaves fueron impactadas contra las Torres Gemelas, las que colapsaron horas después. Un tercer avión se estrelló contra la fachada del Pentágono. Y, finalmente, el cuarto avión se precipitó a tierra en las cercanías de Pensilvania, luego de que, y según fuentes oficiales, la tripulación junto con los pasajeros se enfrentaran a los secuestradores.

Como resultado de aquel ataque, 3000 personas murieron, entre ellas los 19 miembros de Al Qaeda y 24 personas cuyos cuerpos jamás aparecieron. Así mismo, más de 6000 individuos resultaron heridos. Tras la perplejidad inicial de las autoridades norteamericanas ante los brutales atentados, poco a poco se pudo esclarecer la participación directa de Bin Laden en la proyección de los ataques yihadistas contra el país del norte.

La guerra santa contra Estados Unidos y sus aliados ya estaba declarada por parte de Al Qaeda y, por ende, de parte del propio Bin Laden. Así, en 2004 fue el turno de España -aliado fiel de George W. Bush en su lucha "contra el terrorismo"-. Aquel año, específicamente en marzo, una serie de bombas colocadas en cuatro trenes en las cercanías de Madrid, acabaron con la vida de 191 personas y dejaron gravemente heridas a otras 1800.

Poco más de un año después, sería Inglaterra, otro de los imprescindibles de EEUU en su cruzada antiterrorista, el que sufriría las consecuencias de la enajenación fanática de Bin Laden y su séquito. El 7 de julio del 2005, cuatro explosiones paralizaron el sistema de transporte público de Londres. Cuando el reloj se acercaba a las nueve de la mañana, tres bombas explotaron en diversos vagones del metro, mientras que la cuarta lo hizo en un autobús. Como saldo, fallecieron 56 personas y otras 700 resultaron con heridas de diversa consideración. La cuenta por haberse entrometido con el delirio islámico comenzaba a saldarse poco a poco.

Tras aquellas funestas acciones, la figura de Osama Bin Laden comenzó a extenderse por todo el mundo, en parte, por el temor a que los ataques contra Occidente se trasladasen a otros puntos y no tan solo a Europa o Norteamérica, pero, y sin duda por el provecho que comenzó a sacar la administración estadounidense -encabezada aquellos años por el bufón Bush- de tal situación, quien consiguió moldear la opinión de los ciudadanos norteamericanos y la de muchos otros países del mundo con cultura y creencias similares, para justificar y generar apoyo en las brutales y genocidas guerras e intervenciones que llevaron a cabo los ejércitos del país del norte en conjunción con sus corifeos a lo largo y ancho del planeta.

Hoy, el que fue para EEUU y sus aliados el mayor terrorista de la historia ha muerto -o es lo que, al menos, los medios pro-estadounidenses aseguran-, sin embargo, la figura demoníaca y funesta que sembró el terror en gran parte del mundo se debió, ni más ni menos, que a la propia contribución, al financiamiento y a la colaboración que le prestó el mismísimo gobierno norteamericano a los fundamentalistas islámicos, de los cuales él formaba parte, para que se opusieran sangrientamente a los gobiernos socialistas que pretendieron, hace treinta años ya, aplicar una administración progresista que se hiciera parte de las necesidades reales del pueblo. Al final, como dice el adagio “CRIA CUERVOS, QUE TE SACARÁN LOS OJOS”.





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