jueves, 21 de junio de 2012

VENDETTA CON SABOR A TERERÉ



Una vez más las, ahora florecientes, democracias latinoamericanas se ven amenazadas por el fantasma de los golpes de estado. Las sombras oscuras que se ciñeron sobre el continente en décadas recientemente pasadas, vuelven a merodear a dicha región como una mala pesadilla que se niega a terminar. Si antes fue Venezuela, Honduras o Ecuador, las que veían como su institucionalidad se veía intimidada por los deseos fascistas de las derechas de este lado del mundo de negarse a repartir la torta como se debe, hoy es el turno de Paraguay, donde, utilizando artimañas legales, los “yanaconas” intentan despojar a Fernando Lugo del poder para seguir gozando de las prebendas, las regalías y los privilegios que por años disfrutaron,  y que hoy veían tambalearse.

Escudados en un espurio juicio político, los “honorables” diputados paraguayos votaron someter a dicho proceso al primer mandatario luego de que hace prácticamente una semana, diecinueve personas perdieran la vida en enfrentamientos entre campesinos y la policía en el noreste del país, cerca de la frontera con Brasil. Los congresistas aseguraron que Lugo había “mal desempeñado sus funciones”,  afirmando, entre otros puntos, que el ex obispo fue cómplice del asesinato de siete policías que perdieron la vida en aquella escaramuza del viernes recién pasado.

Sin embargo, ese es la parte más delgada del hilo por donde la derecha paraguaya pretende cortar la democracia de aquel país. Los sucesos acontecidos hace siete días, y que pretenden exponer al mundo como las motivaciones a la salida de Lugo, se gestan hace décadas atrás, cuando terratenientes y grandes hacendados de Paraguay se vieron beneficiados por la cruenta dictadura de Alfredo Stroessner, quien les entregó tierras que en el gobierno de Federico Cháves, dignatario al cual él derrocó, estaban destinadas a una reforma agraria que tenía por objetivo proveer de tierra a los campesinos.

Así, y tras la asunción de Fernando Lugo como Presidente de Paraguay en 2008, los movimientos campesinos, aglutinados en el Movimiento Campesino de los Carperos y en la Coordinadora por la Recuperación de las Tierras Malhabidas, entre otras organizaciones, comenzaron a presionar al gobierno para que llevase a cabo una reforma agraria con todas las de la ley y cumpliera con lo que durante la campaña electoral se había comprometido.

El primer mandatario no eludió su compromiso y se embarcó en su promesa de repartir la tierra al campesinado que vio como por años sus demandas no eran escuchadas. No obstante aquello, Lugo y las propias organizaciones campesinas se vieron maniatadas en su empeño, puesto que gran parte del aparataje político e institucional guaraní todavía sigue influido por las malas prácticas de la dictadura y por los gobiernos corruptos de la pseudo democracia que vivió Paraguay tras la caída de Stroessner, los que, viéndose afectos a las expropiaciones, permutas y transformaciones que se llevarán a cabo, no han dudado en poner cortapisas y dificultades a los cambios que pretende desarrollar el gobierno.

Así, la única salida que han encontrado dichas organizaciones ante todos los obstáculos que se les han puesto es la de la toma de terrenos que reclaman para sí o de las estancias que permanecen en litigio con el estado por no presentar los dueños títulos manifiestos de que aquellos dominios les pertenecen.

Haciendo hincapié en este último punto, es necesario destacar que durante la dictadura de Alfredo Stroessner se creó el Instituto de Bienestar Rural, con la intención de encargarse de la distribución de tierras y de la colonización. Así, dicho estamento debía adjudicar más de 11 millones de hectáreas, equivalentes al 29% de la superficie total de Paraguay. Sin embargo, lo que se presentaba por fin como una repartición igualitaria de tierras, terminó siendo un verdadero "tongo" que le entregó terrenos a los mismos de siempre. Así, 2,48% de los beneficiados recibieron el 74% de las tierras, mientras que el otro 97,52% se tuvo que conformar con repartirse tan sólo el 26% de las hectáreas.

Este fraude, entonces, dio paso al desarrollo de la economía agroexportadora paraguaya de latifundistas y hacendados, los que se quedaron bajo prácticas poco decorosas con más de 9 millones de hectáreas, es decir, terrenos de propiedad estatal que fueron adjudicados de forma ilegal a personas que no tenían que ser beneficiadas con el proceso de reforma agraria, entre ellos presidentes de la república, generales, militares, políticos, jueces, etc., quienes hasta el día de hoy detentan el dominio de aquellas tierras.

A raíz de esto, no era extraño esperar que el reguero de sangre surgiera a borbotones. Los campesinos no cesarían en su lucha por exigir lo que les habían prometido y que les era justo, y los terratenientes no cederían ni un centímetro de las tierras que fraudulentamente habían adquirido, pues el mismo poder político les aseguraba su mantenimiento, toda vez que desde oficiales de la policía hasta altos jerarcas del estado se contaban entre los beneficiados por dicha estafa.

De esta forma, se llegó a la fatídica jornada del 15 de junio de 2012. Aquel día, alrededor de 150 campesinos sin tierra, organizados en el Movimiento Campesino de los Carperos, se tomaron la estancia Morombí, propiedad del empresario y ex senador del Partido Colorado, Blas Riquelme, aduciendo que dichas tierras habían sido adquiridas de mala forma por el latifundista. Y razón tenían, pues según consta en investigaciones de las organizaciones pro reforma agraria, Riquelme se habría beneficiado mediante subterfugios legales con más de 50 mil hectáreas que pertenecen al estado paraguayo.

Los manifestantes exigían que el Gobierno distribuyese dichos terrenos, sin embargo, el Poder Judicial, a través de una orden emanada por un juez y una fiscal, decretaron el desalojo de los terrenos mediante la fuerza policial. Así, la tarea de expulsar a los campesinos quedaría en manos del Grupo Especial de Operaciones (GEO), de la Policía Nacional de Paraguay. Un grupo selecto de policías de élite, entrenados en Colombia y con preparación para combatir la lucha contrainsurgente. Y es aquí donde la posibilidad de un sabotaje urdido por los cuadros de inteligencia de la Policía, en concomitancia con la derecha paraguaya y el poder judicial, para salpicar a Fernando Lugo, someterlo a un juicio político y hacerlo a un lado del gobierno toma cabal relevancia, pues,  ¿cómo se explica que los propios campesinos, armados solamente con escopetas, machetes y palos, pudieran emboscar y asesinar a seis policías entrenados internacionalmente en la lucha antisubversiva?

La primera parte del plan se había llevado a cabo a la perfección: la criminalización del campesinado, camarilla de haraganes que sólo querían dichos terrenos para volver a venderlos. Asimismo, las miradas se volverían contra el ejecutivo quien presenciaba, de manera indolente, como las organizaciones sociales asesinaban a mansalva a la policía. La primitiva jugada les salía a la perfección: Los medios tradicionales tergiversaban los sucesos, y  el escarnio público caía agudo sobre el presidente y los pueblerinos. De esta forma,  evadieron sigilosa y perfectamente la responsabilidad que les cabía en estos mismos hechos por rehusarse a devolver lo que no les pertenece y  por negarse a ser sometidos a una reforma agraria, oponiéndose fervientemente a los cambios que significan que el pueblo protagonice la democracia, y cargándole todo el peso de la culpa a las organizaciones del campesinado.

Tras aquello, vendría el zarpazo final de este lóbrego plan. Embelleciéndolo y presentándolo como una figura legal consagrada en la carta magna de aquel país, los congresistas aprobaron sumariamente someter a Fernando Lugo a un juicio político, acusándolo de haber desempeñado de manera perniciosa las atribuciones que le consagran la constitución y las leyes. En resumidas cuentas, un vía legal para hacer a un lado a la piedra en el zapato que significa Lugo para la derecha y para los terratenientes paraguayos.

La figura del juicio político se presenta nuevamente para la oligarquía paraguaya como la “cartita bajo la manga” para deshacerse de un mandatario indeseable. Si antes habían hecho lo propio con jerarcas proclives a sus intereses como con Raúl Cubas, destituido por la masacre que acabó con la vida de siete opositores, acusado de corrupción y sindicado como el autor intelectual del asesinato del vicepresidente de aquella época, Luis María Argaña, hacerlo con el "Obispo de los Pobres", antagonista acérrimo de sus intereses, no significará un mayor problema.

De esta forma, y como sucedáneo “diáfano” de un golpe de estado militar, los oligarcas terratenientes guaraníes reivindican la figura del juicio político utilizándolo de manera impúdica, lo que está llevando al Paraguay a regresar a las turbulentas e inestables jornadas de antaño. La sedienta sed de poder y de dinero, ha sacado a relucir lo más repugnante de la derecha de dicho país, poniendo en juego la elección limpia y democrática de un presidente para superponer los intereses del mismo grupo que se ha privilegiado durante toda la historia, a través de un proceso que cada vez se muestra cada vez más como una herramienta inadecuada y que se presenta como el comodín para desvencijar procesos que no les son afines a la élite guaraní.

Hoy, hasta hace pocos instantes, y en dependencias del Congreso de Paraguay,  se llevaba a cabo la primera parte del Juicio Político, donde integrantes de la Cámara de Diputados expondrían los cargos que se levantarán contra el Presidente de la República, entre los que se cuentan varias denuncias que van desde la inseguridad ciudadana, la presunta influencia de la política en las Fuerzas Armadas, hasta la responsabilidad que le cabe al mandatario en la matanza de Curuguaty, hecho por el cual exigen su inmediato alejamiento del poder.

Mañana, en tanto, se espera que Lugo haga sus descargos frente al Senado, ente que las oficiará de tribunal, para que a media tarde se emita el fallo. De ser  destituido, tomará su lugar al mando de la nación, Federico Franco, líder del Partido Liberal, conglomerado que hasta hace solo unas jornadas pertenecía leal al mandatario.

DEMOCRACIA PARAGUAYA EN PELIGRO: DIPUTADOS SOMETERÁN A FERNANDO LUGO A JUICIO POLÍTICO


Con 73 votos a favor, una abstención y dos ausencias, la Cámara Baja resolvió someter a dicho proceso al primer mandatario, asegurando que obró mal respecto de las facultades que posee como jerarca de la nación.

Nuevamente la sombra del golpismo se ciñe sobre Latinoamérica. Esta vez, la derecha terrateniente paraguaya, a través de un juicio político votado por la mayoría de los integrantes de la Cámara de Diputados, intentará desafectar del poder al presidente constitucionalmente elegido, Fernando Lugo, última maniobra en la cadena de sucesos que han orquestado para poner fin al proceso de reformas que lleva a cabo el gobierno progresista guaraní.

Los hechos se desencadenaron luego de que el pasado viernes 15 de junio, se registrara un enfrentamiento entre campesinos y la Policía Nacional del Paraguay, en el departamento de Curuguaty, en la zona noreste del país, cercano a la frontera con Brasil, y que dejó un saldo de 17 personas fallecidas, once campesinos y seis policías.

Todo se originó luego de que unos 150 campesinos sin tierra, organizados en el Movimiento Campesino de los Carperos, se tomara la estancia Morombí, ubicada en la localidad de Ybyrá pytá, y perteneciente al ex senador del Partido Colorado -principal tienda opositora de Lugo- y latifundista Blas Riquelme, quien, y de manera fraudulenta, se apropió de más de 50 mil hectáreas destinadas a la reforma agraria en la década del 60'. Los manifestantes, exigiendo la restitución de tierras mal habidas a los campesinos a los cuales se les fueron usurpadas, exigían  la solución a sus demandas, cuando la policía inició el desalojo que terminó con 17 víctimas mortales y más de 20 heridos.

Tras aquello, la Cámara de Diputados paraguaya, conformada por 80 representantes, y donde Fernando Lugo no posee mayoría, votó a favor un Juicio Político contra el mandatario por "mal desempeño de sus funciones", producto de los hechos acaecidos en Curuguaty. La iniciativa, que contó con 73 votos a favor, uno en contra y 3 ausencias, tuvo, inclusive, el apoyo de varios legisladores oficialistas, los que basaron su decisión "en honor de los fallecidos".

Luego de enterarse de la decisión de la Cámara Baja, Fernando Lugo aseguró que no renunciará a su cargo, puesto que "No existe ninguna causa valedera ni jurídica ni política que me haga renunciar a este juramento". Asimismo, garantizó que se someterá obedientemente a la constitución y las leyes para enfrentar y aceptar las consecuencias del sumario que será llevado en su contra.

El proceso, que se iniciará hoy, tendrá a los diputados como el ente acusador y al Senado como el tribunal que sancionará. Cabe destacar que en la Cámara Alta el presidente paraguayo también se encuentra en minoría, puesto que de 45 integrantes sólo 18 congresistas adhieren al conglomerado oficialista.